Carta de Lucía (17 años)
Me llamo Lucía García, tengo 17 años y soy disléxica.
Me ha costado 16 años de mi vida, poder decir que soy disléxica, no porque me avergüence de ello, sino porque siempre que sacaba buena nota en los exámenes había compañeros de clase que decían que yo sacaba esas notas porque me ayudaban. Eso hizo que poco a poco los comentarios me afectaran cada vez más, también hizo que yo quisiera pasar desapercibida en clase para que nadie comentase.
A lo largo de toda mi vida escolar, he pasado por varias etapas.
La primera fue en el colegio, era muy pequeña, se dice que los niños pequeños no se enteran de las cosas, pero eso no es verdad. Al principio todos los docentes pensaban que no maduraba o incluso que no quería trabajar, a raíz de todos esos comentarios me hicieron creer que eso era así y a consecuencia de esto me dejaron de interesar los libros. Mis padres decidieron apuntarme a clases de repaso y me llevaron al psicólogo (la psicóloga no era partidaria de poner etiquetas, pero mis padres necesitaban saber que me estaba ocurriendo), ya que los profesores decían que yo no tenía el mismo nivel que el resto de la clase.
Las medidas de refuerzo del centro consistían en sacarme de clase para leer con una profesora, esto conllevaba a, que mientras mis compañeros estaban en clase dando temario, yo estaba en un aula perdiéndome todo el temario que estaban dando mis compañeros, todo eso me causaba un doble esfuerzo, ya que yo no estaba durante la explicación del profesor.
Entonces, cuando yo llegaba a mi casa tenía que ponerme a estudiar, me faltaba mucho temario, el cual nadie se preocupaba en saber si yo tenía el material para poder estudiar y afrontar el examen. Ellos nunca respetaron el tiempo de aprendizaje de cada niño o niña, es lo que siento al mirar atrás.
A consecuencia de esto yo aprendí a leer más lentamente y tarde que los demás, esto hizo que mis compañeros se burlasen de mí y ningún profesor supo pararlo y explicar qué pasaba. Estas burlas se extendieron durante toda mi edad escolar.
Pero llegó mi esperanza, sexto de primaria, donde me tocó la mejor tutora de toda mi etapa escolar, junto a una PT ( dos chicas jóvenes que sabían que ser disléxica no solo consistia en cambiar letras ). Ellas desde el principio creyeron en mí, yo empecé a notar que podía confiar en ellas y ellas en mí, con su apoyo llegaron mis buenas notas. El equipo directivo del centro nunca llegó a creer en mí pero ellas sí y eso me dio fuerza para seguir luchando y conseguir mis metas.
La segunda etapa fue el instituto. Ya no era tan pequeña, todo parecía que se había quedado en el colegio pero cuando llegué a 3º y 4º de la ESO, fue como volver al colegio, volvieron todos los miedos. Me tocó en una clase un tanto peculiar, en la cual había compañeros del colegio, ellos se aprovechaban de mis puntos débiles para reírse de mí. Pero mi nuevo tutor supo afrontar el problema. Hubo una profesora que no quiso hacerme adaptaciones de acceso (NO SIGNIFICATIVAS), porque decía que no era justo para el resto de mis compañeros (“Yo se como poder ayudarla pero no será justo para el resto de compañeros” eran sus palabras).
A partir de ahí todo cambió, desde ese momento tuvieron que ser mis padres los que iban informando profesor a profesor de mi situación, de mis necesidades y dificultades. Hemos ido luchando día tras día para que se hicieran las adaptaciones, por falta de implicación del personal docente, por su falta de formación y por comodidad, por todo ello no se llevan a cabo las medidas y se tienen en cuenta los recursos necesarios para que yo pudiera afrontar el curso.
¡Quiero hacer hincapié en que todos los disléxicos no cumplimos las mismas características, cada uno necesitamos diferentes recursos!
A finales de 4º de la ESO, empezaron los comentarios de los docentes que me desanimaban a hacer bachillerato, porque decían que iba sufrir mucho ya que las adaptaciones de acceso se suponía que son mínimas pues según ellos en bachillerato son minimas o casi inexistentes porque el bachiller no es enseñanza obligatoria.
Pero todos esos comentarios no me dieron miedo, me hicieron más valiente, siempre he tenido claro que yo quería hacer bachiller, quería y quiero formar mi futuro.
Siempre he sido muy trabajadora aunque siempre se me han castigado por mis dificultades, ya que la dislexia no solo es confundir letras, también se ve afectada la expresión escrita y oral.
En 1º de bachiller he tenido muchos problemas ya que varios de mis profesores decían que no sé redactar, que mi expresión escrita y oral no era correcta. He estado todo el curso luchando contra viento y marea, ya que ellos durante todo el curso no cambiaron su forma de pensar, incluso alguna profesora me llegó a decir que yo no había trabajado lo suficiente, cosa que nunca fue real porque yo soy consciente de que me cuesta más que a los demás y pide medios, para ello trabajo el doble, y eso no me lo va a discutir nadie. Es más, en una exposición oral me bloqueé y no fui capaz de hacerla, le pedí a la profesora que me la hiciera en privado y su respuesta fue que ella no podía perder el tiempo. En una recuperación me pidió, a mi sola, una redacción de 300/400 palabras cuyo tema era “porque no quiero hablar en público”.
Llegó final de curso y los profesores no han actuado excepto mi tutora y un profesor el cual ha estado desde que empecé en el instituto creyendo en mí y apoyándome.
El equipo directivo y algunos docentes, decían que las únicas adaptaciones que se me podían hacer supuestamente eran, poner la letra más grande, en negrita y algunas palabras subrayadas.
Con todo lo que he sufrido con el mismo tema me he dado cuenta que lo poco que han hecho ha sido castigar mis dificultades.
Antes de terminar , quiero hacer otro inciso, las personas con dislexia presentan una alteración en el procesamiento fonológico, esto quiere decir que tienen serias dificultades para recordar los sonidos que van con cada letra, así también presentarán serias dificultades con letras que tengan una fonética similar. Esta alteración les produce serias dificultades en según qué palabras del lenguaje escrito, con lo cual cuando se penalizan como errores, se están penalizando los síntomas, ya que en este caso no son faltas de ortografía, sino una característica del propio trastorno, y en este caso hay evidencias científicas que así lo demuestran.
He realizado esta carta con el fin de poder ayudar a alumnos que estén en mi misma situación, que no tengan miedo a hablar y a pedir ayuda. Espero que la sociedad se conciencie y ayude a los alumnos con problemas de aprendizaje, ya que solo necesitan ser comprendidos y apoyados para que ellos puedan confiar en sí mismos, no solo consiste en plasmar una ley en papel sino llevarla a cabo por los docentes, más hoy día donde se aboga por la inclusión del alumnado.
Quiero agradecer a los profesores y que sí han sabido cómo actuar y acompañarme durante estos años, gracias a ellos soy quien soy a día de hoy, M.C.S / Mª J.T.M / V.E.V / V.T.C y a mi psicóloga por darme otra visión de las cosas y sacar lo bueno a todo lo que sucede S.R.T, a Araceli y la asociación Disfam por guiarnos, y no podría faltar mi familia que siempre me apoyan, a mi tata C.G.P por estar ahí siempre que la he necesitado, por escucharme aconsejado y ayudado,
pero sobre todo a mi madre.
Y sí, soy disléxica pero con muchas ganas de tener un futuro y conseguir mis metas.